Nosotros

ERMITAÑOS.

San Onofre

 

San Onofre (alrededor de 320 en Etiopía, en torno al año 400 quizás en Siria) es un santo muy honrado y recordado hoy en día por los cristianos coptos, y venerado también por los católicos. Es conocido como uno de los Padres del yermo y su festividad se celebra el 12 de junio.

Al parecer San Onofre fue hijo de un rey egipciaco o abisinio y que vivió en el siglo IV. El diablo logró que su progenitor lo entregara a las llamas como prueba de si era o no hijo adulterino. Onofre, igual que el profeta Daniel, resultó ileso.

Ya de niño entró en un convento de la Tebaida egipciaca (monjes que vivían en el desierto). De adulto abandonó el cenobio y marchó a vivir de ermitaño. La tradición relata que una luminaria le acompañó en el itinerario hacia lo que sería su ermita. Sólo comía dátiles y agua. Como vestimenta únicamente poseía sus propios cabellos y hojas de palma o hierbas del desierto entretejidas. Un ángel le daba pan a diario y los domingos también la comunión. Sobrevivió de esta forma durante 60 años.

Pafnucio fue discípulo suyo y en una de sus visitas a los eremitas, lo encontró en un estado deplorable de salud con su cuerpo deformado, barba canosa y cabellos de gran longitud; le hizo compañía hasta que falleció a las pocas horas para, después, relatar cómo era este titán de la penitencia encarado con los pecados del orbe. Pafnucio puso por escrito la vida y obras de san Onofre.

 

 

SAN JERÓNIMO DE ESTRIDÓN

 

Nació en Estridón (oppidum, ya destruido por los godos en 392, situado en la frontera de Dalmacia y Panonia) entre el año 331 y el 347, según distintos autores. San Jerónimo, cuyo nombre significa 'el que tiene un nombre sagrado', consagró toda su vida al estudio de las Sagradas Escrituras y es considerado uno de los mejores, si no el mejor, en este oficio.

Busto que representa a Marco Tulio Cicerón, quien ejerciera influencia sobre Jerónimo.

En Roma estudió latín bajo la dirección del más grande gramático en lengua latina de su tiempo, Elio Donato, que era pagano. El santo llegó a ser un gran latinista y muy buen conocedor del griego y de otros idiomas, pero era por entonces muy poco conocedor de los libros espirituales y religiosos. Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de memoria a los grandes autores latinos, Cicerón (quien fue su principal modelo cuyo estilo imitó), Virgilio, Horacio, Tácito y Quintiliano, y a los autores griegos Homero, y Platón, pero casi nunca dedicaba tiempo a la lectura espiritual.

Jerónimo dispuso irse al desierto a hacer penitencia por sus pecados (especialmente por su sensualidad que era muy fuerte, por su terrible mal genio y su gran orgullo). Aunque allí rezaba mucho, ayunaba, y pasaba noches sin dormir, no consiguió la paz, descubriendo que su misión no era vivir en la soledad.

De regreso a la ciudad, los obispos de Italia junto con el Papa nombraron secretario a San Ambrosio, pero este cayó enfermo, y decidieron nombrar a Jerónimo, cargo que desempeñó con mucha eficiencia. Viendo sus dotes y conocimientos, el papa Dámaso I lo nombró su secretario, y le encargó redactar las cartas que el Pontífice enviaba. Más tarde lo designó para hacer la recopilación de la Biblia y traducirla. Las traducciones de la Biblia que existían en ese tiempo (llamadas actualmente Vetus Latina) tenían muchas imperfecciones de lenguaje y varias imprecisiones o traducciones no muy exactas. Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma toda la Biblia, en la traducción llamada Vulgata (lit. "la de uso común").

Representación de santa Fabiola de Roma, una de las seguidoras de Jerónimo.

Durante su estancia en Roma, Jerónimo ofició de guía espiritual de un grupo de mujeres pertenecientes a la aristocracia romana, entre quienes se contaban las viudas Marcela y Paula de Roma (ésta última, madre de la joven Eustoquio a quien Jerónimo dirigió una de sus más famosas epístolas, sobre el tema de la virginidad). Las inició en el estudio y meditación de la Sagrada Escritura y en el camino de la perfección evangélica que incluía el abandono de las vanidades del mundo y el desarrollo de obras de caridad. Ese centro de espiritualidad se ubicó en un palacio del monte Aventino, en donde residía Marcela con su hija Asella. La dirección espiritual de mujeres le valió a Jerónimo críticas de parte del clero romano llegando, incluso, a la difamación y a la calumnia. Sin embargo, Paladio afirma que el vínculo con Paula de Roma le fue a Jerónimo de utilidad en sus trabajos bíblicos, pues su padre le había enseñado el griego y había aprendido suficiente hebreo en Palestina como para cantar los salmos en la lengua original. Es un hecho que buena parte del epistolario de Jerónimo se dirigió a distintos miembros de ese grupo, 2 al cual se uniría más tarde Fabiola de Roma, una joven divorciada y vuelta a casar que se convertiría en una de las grandes seguidoras de Jerónimo. Varios miembros de este grupo, incluidas Paula y Fabiola, también acompañaron a Jerónimo en diferentes momentos durante su estancia en Belén.

En el Concilio de Roma de 382, el papa san Dámaso I expidió un decreto conocido como «Decreto de Dámaso», que contenía una lista de los libros canónicos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Le pidió a San Jerónimo utilizar este canon y escribir una nueva traducción de la Biblia que incluyera un Antiguo Testamento de 46 libros, los cuales estaban todos en la Septuaginta, y el Nuevo Testamento con sus 27 libros.

Alrededor de los 40 años, Jerónimo fue ordenado sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron envidias y sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban su modo enérgico de corrección, dispuso alejarse de ahí para siempre y se fue a Tierra Santa.

Sus últimos 35 años los pasó en una gruta, junto a la cueva de Belén. Dicha cueva se encuentra actualmente en el foso de la Iglesia de Santa Catalina en Belén. Varias de las ricas matronas romanas que él había convertido con sus predicaciones y consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a seguir bajo su dirección espiritual. Con el dinero de esas señoras construyó en aquella ciudad un convento para hombres y tres para mujeres, y una casa para atender a los que llegaban de todas partes del mundo a visitar el sitio donde nació Jesús.

Con tremenda energía escribía contra las diferentes herejías. La Iglesia Católica ha reconocido siempre a San Jerónimo como un hombre elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la Biblia, por lo que fue nombrado patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer entender la Biblia; por extensión, se lo considera el santo patrono de los traductores.

Murió el 30 de septiembre del año 420, a los 80 años. En su recuerdo se celebra el Día internacional de la Traducción.

Pablo de Tebas

 

Pablo de Tebas, Pablo el ermitaño o Pablo el egipcio fue un eremita egipcio nacido aproximadamente hacia el año 228 en la región de Tebaida, junto al río Nilo y fallecido en el año 342. Es venerado en la Iglesia católica y en la Iglesia copta como santo y es considerado por la tradición cristiana como el primer ermitaño que existió. Su memoria litúrgica se celebra el 15 de enero.

Fue objeto de una hagiografía compuesta por san Jerónimo llamada Vita Sancti Pauli primi eremitae (cf. Migne PL 23 17-28) y escrita durante la segunda mitad del siglo IV. Según este texto Pablo era egipcio de una familia rica y habría recibido una excelente educación, cultivada en el estudio de la cultura egipcia y el idioma griego. Dejó todo para irse al desierto, tras ser denunciado por ser cristiano por algunos familiares que querían apoderarse de su patrimonio, durante la persecución del emperador romano Decio. De acuerdo con la narración de Jerónimo, Pablo no volvió a la ciudad y pasó el resto de su vida en el desierto y se alimentaba del pan que le traía un cuervo. Al final de su vida recibió la visita de Antonio Abad a quien pidió ser sepultado con la túnica que éste último había recibido del obispo Atanasio en una fosa excavada, siempre según los relatos de Jerónimo, por un par de leones.

Se trata en realidad de una serie de lugares comunes sobre vidas de eremitas que hacen ver lo poco que se sabe o sabía Jerónimo de su biografiado. Sin embargo, queda el dato de que desde el año 250 habría comenzado su vida de ermitaño no sin intervenir en algunas ocasiones en las problemáticas de la Iglesia de los alrededores. Es conocido como uno de los Padres del yermo.

 

Santa Eustoquia

(Roma, c. 368 - 419 o 420) fue hija de Paula de Roma (Santa Paula) y hermana de Blesila (Santa Blesila), Madre del Desierto, distinguida por sus virtudes y su vasta instrucción, es venerada como santa.


Melania la  joven

 

 

Santa Melania la Joven o Valeria Melania (Roma, c. 383 - Jerusalén, 31 de diciembre de 439) es una santa cristiana del grupo de las Madres del desierto que vivió durante el reinado del emperador Flavio Honorio Augusto, hijo de Teodosio I. Es nieta por parte de padre de Melania la Vieja.

Nacida en el seno de una rica familia aristocrática de origen hispano, era hija del senador Valerio Publicola (hijo del Praefectus Urbi Romae Valerio Maximo Basilio y de Melania la Vieja), de la gens Valeria y de Ceyonia Albina, de la gens Ceyonia, ambas familias de gran ascendencia en la Roma de la época.

Sus posesiones en tierras y villas se extendían desde la Hispania romana a Roma, Campania, Sicilia, África romana, Mauritania o Bretaña.

A los 14 años, se casó con su primo por parte de padre Valerio Piniano (hijo del prefecto Valerio Severo), que tenía 17 años. Después de la prematura muerte de los dos hijos habidos en el matrimonio, y después de que estuviese a punto de morir Melania al nacer el segundo, los esposos estuvieron de acuerdo en mejor dedicarse a servir a Dios, manteniendo al tiempo un celibato. El padre de Melania observó todo con gran desilusión, pero en su lecho de muerte cinco años después, pidió perdón a Melania por impedir su vocación al celibato y la legó todos sus bienes.

En el año 406, siguiendo los consejos de su abuela, Melania y de acuerdo con su madre Albina y su esposo Piniano, Melania decidió abandonar su rica residencia romana para mudarse junto a sus sirvientes a una casa de campo próxima a Nola, cerca de su pariente lejano Paulino de Nola.

En el 408, ante la invasión de los bárbaros, prefirió mudarse a las fincas que su familia poseía cerca de Mesina (Sicilia) donde vivieron con gran austeridad, dedicándose al cuidado de los necesitados y los presos. Atraídos por su fama, muchos jóvenes se reunieron a su alrededor, fundando centros de vida monástica.

Decidieron vender sus posesiones en Italia para donárselas a los pobres antes de pasar al norte de África en el 410, instalándose en Cartago y Tagaste (Numidia), donde cultivaron la amistad de Agustín de Hipona y se dedicaron a una vida de piedad y obras de caridad. Juntos fundaron dos conventos de monjes y dos de monjas. Melania se convirtió en abadesa de uno de ellos y destacaba por su austeridad, alimentándose frugalmente cada tercer día y ocupándose principalmente de copiar manuscritos en griego y latín.

 

En el 417 Melania decidió ir a Jerusalén con su marido y su madre, donde viviría veintidós años. Allí continuó sus donaciones a los necesitados con el producto de la venta de sus propiedades en España y fundó un monasterio, cerca del Monte de los Olivos. En Belén conoció a Jerónimo de Estridón, convirtiéndose en un fiel amigo y colaborador. Fue a visitar a los Padres del desierto a la cuna del monaquismo oriental en Egipto, pasando por Alejandría, quedando profundamente impresionada por la sencillez de su vida ascética.

En el 431 moriría su madre Albina y un año después su marido Piniano. En el 436, fue a Bizancio, a consolar a su rico tío Rufio Antonio Agrypnio Volusiano, que accedió a ser bautizado muy enfermo, a pesar de su fe pagana.

La emperatriz Elia Eudocia, durante una peregrinación a Jerusalén en el 437, la pidió consejo para hacer donaciones a las iglesias y monasterios de la Ciudad Santa.

En diciembre del 439, Melania siente aproximarse a la muerte y se dirige a Belén para asistir a la Misa de Navidad, donde oró por sus hermanas, las bendijo y las pidió perdón por su severidad. Finalmente, moriría pacíficamente el 31 de diciembre de ese mismo año.

Su monasterio entró en el Leccionario de Jerusalén como estación litúrgica. Sería destruida en el 614 durante las invasiones persas.

 

Santa Tecla de Iconio 
 


Tecla de Iconio, más conocida como Santa Tecla, fue una mártir anatólica del siglo I, venerada como santa por la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa. El único registro que se conoce de ella proviene de los Hechos de Pablo y Tecla, texto apócrifo del siglo II, donde se la menciona como seguidora de San Pablo. 
De acuerdo a los Hechos de Pablo y Tecla, Tecla era una joven virgen de Konya, Anatolia. Tras escuchar durante varios días los sermones de San Pablo sobre la resurrección y el valor de la virginidad, su madre y su prometido temieron que se convirtiera en seguidora del apóstol y se confabularon para castigar a ambos. Pablo fue azotado y expulsado y Tecla condenada a morir en la hoguera. 
Tecla fue salvada milagrosamente al producirse un terremoto y una fuerte tormenta de agua y granizo que apagó el fuego. Huyó con Pablo a Antioquía de Pisidia, donde un magistrado intentó violarla. Tecla se defendió y fue acusada de agredirlo, por lo cual fue sentenciada a ser devorada por bestias salvajes, pero nuevamente fue salvada por milagro de varios ataques de fieras. Luego de estos episodios se reunió en Myra de Licia con el apóstol. Por último se recluyó en una cueva de Seleucia Pieria durante los siguientes 72 años, donde gracias a otro milagro es salvada de sus perseguidores al abrirse la montaña para    protegerla. 
Si bien los Hechos de Pablo y Tecla no son un testimonio histórico, constituyen el reflejo de las tendencias ascéticas del cristianismo primitivo y de la experiencia de la persecución durante ese mismo período. La legendaria historia local de la mártir Tecla de Iconio, pudo haber inspirado este texto apócrifo, en el cual aparece relacionada a Pablo de Tarso. Durante siglos fue la más        célebrede      las            vírgenes        mártires. 
Al menos tres lugares reclaman ser el sitio donde descansan sus restos: Aya Tekla (provincia de Mersin, Turquía), Maalula (Siria) y Roma. En Maalula, se encuentra el monasterio ortodoxo griego de Santa Tecla, Deir Mar Takla, construido cerca de una cueva donde se dice que fue sepultada.